Llanos de la Rosa Cifuentes|Reportaje|Artes escénicas
- Para las actrices supone una traba más a la profesión su condición de mujeres
- Algunas autoras, como María Lejárraga se vieron obligadas a publicar bajo seudónimos
- La efemeridad del éxito se incrementa en el caso de las dramaturgas
- Las propias actrices y autoras teatrales ven con pesimismo su situación laboral
La casa y las tareas domésticas han sido el lugar tradicional reservado para la mujer. Esa es una verdad que hemos leído y escuchado cientos de veces. El teatro, no iba a ser una salida a esta premisa. De hecho, aquellas mujeres que se incorporaron al mundo de la interpretación, de una u otra forma, acabaron siendo criticadas, menospreciadas o simplemente ignoradas, quizá esta última sea la peor de las discriminaciones. El teatro es una de las parcelas del arte más antiguas. Para hablar de la historia de la interpretación habría que remontarse a los inicios de la humanidad. Aunque definido por los griegos, esta forma de expresión no se identifica con ningún periodo o cultura particular es una forma de lenguaje por medio del cual, originalmente, el mundo fenoménico es imitado y celebrado.
Sin embargo, en España sí existe una fecha significativa para las mujeres: 1587. La profesora Teresa Ferrer Valls, catedrática de Literatura Española de la Universidad de Valencia, doctora en Filología Hispánica por la misma Universidad y directora del grupo de investigación teatral Dicat considera esa fecha “de gran relevancia a la hora de entender la incorporación de la mujer como actriz a escena”. Ese periodo se relaciona con una petición de la compañía italiana de Los Confidentes presentada al Consejo de Castilla, en Madrid, en noviembre de ese año en la que solicitaban licencia para poder representar en el corral del Príncipe con las actrices que llevaban en la compañía.
Extracto de la petición para que las mujeres pudieran actuar en 1587 |
“El Consejo decretó la licencia, tras haber solicitado el día anterior que se comprobase que eran casadas y que iban acompañadas de sus maridos”, explica Ferrer Valls. La profesora especifica que ese permiso incluía también un requerimiento: “debían representar en hábito y vestido de mujer y no de hombre y, desde ese momento en adelante tampoco podrían representar ningún muchacho vestido como mujer".
Resultaría inverosímil que en pleno siglo XXI las intérpretes tuvieran que solicitar este tipo de permisos para poder actuar. Sin embargo, las discriminaciones continúan de otras formas.
“Las características y condiciones laborales específicas del teatro inciden en la carrera profesional de ambos sexos”, reconoce Isabel Veiga Barrio, actriz e investigadora teatral experta en género. Pero, a pesar de esta afirmación, con la que quiere hacer referencia a los problemas clásicos de la inestabilidad económica, los horarios de ensayos y funciones, o las giras y viajes, Veiga Barrio señala que “para las mujeres llegarán a suponer un obstáculo importante tanto en su calidad de artistas como por el hecho de ser mujeres, encontrándose con una serie de barreras para abrirse camino y mantenerse en el teatro, que no aparecen cuando hablamos de los varones”.
Las actrices no son las únicas que se enfrentan a estos problemas. También aquellas que optaron por la dirección teatral tuvieron que enfrentarse al repudio en numerosas ocasiones. La investigadora Vega Barrio lo ejemplifica con el caso de María Lejárrega, quien “debía firmar con el nombre de su marido sus textos”. Otra forma de discriminar a aquellas que publican sin seudónimo es la ignorancia o rechazo de las mismas. “A las mujeres se les ofrecen menos posibilidades de dirigir o ver representadas sus textos teatrales”, apunta Veiga Barrio.
María Lejárraga firmó sus textos durante muchos años con el nombre de su esposo |
A pesar de esta percepción, Eduardo Pérez-Rasilla, doctor en Filosofía Hispánica y profesor titular de la Universidad Carlos III de Madrid en el área de Literatura, no duda en señalar a una mujer como una de las más influyentes en nuestra historia teatral reciente: “Como caso significativo de la compleja recepción del teatro durante los ochenta, puede darse el de María Manuela Reina, una joven dramaturga cuyos estrenos, en los que se alternaban las comedias de crítica de costumbres, las variantes del vodevil o las piezas de carácter histórico, se sucedieron con inusitada rapidez y éxito de público”. Aunque, bien es cierto que a pesar de ese éxito, los textos de la dramaturga María Manuela Reina se desvanecieron y desaparecieron drásticamente de los carteles durante los años posteriores.
Y en el ámbito alternativo ha de considerarse también el éxito de Las manos, primera entrega de la Trilogía de la Juventud , en la que aparece la firma de una mujer: Yolanda Pallín, eso sí, junto a la de dos hombres; José Ramón Fernández y Javier Yagüe.
Quizá la desaparición citada anteriormente y otras se puedan explicar por el fenómeno que explica Isabel Veiga Barrio, quien señala que los cargos más altos relacionados con el mundo teatral son reservados tradicionalmente para los varones. Así, se encuentran mayoría de gestores culturales o directores de festivales o certámenes. “La sexualización del trabajo teatral, llamado techo de cristal, será una barrera invisible que dificultarán la carrera teatral de las mujeres”, advierte Veiga Barrio.
¿Y qué opinan los propios profesionales del teatro? A nivel cualitativo las mujeres tienen una visión más negativa de la profesión. La estudiosa Veiga Barrio señala que ellas “suelen considerar, por ejemplo, que sus papeles son más limitados, superficiales y estereotipados que los que se ofrecen a los hombres”.
Pero no todo es negativo. En los últimos 30 años, España ha asistido a una explosión de asociaciones que defienden con ahínco a la mujer teatral. Las más destacadas son Projecte Vaca de Barcelona o Marías Guerreras de Madrid. Además de otras más recientes como Dones en Art de Valencia y algunas jornadas como el Encuentro de Mujer Creadora en Extremadura.
Proyectos que demuestran que, aunque la mujer delante del telón, y tras él todavía deba enfrentarse a algunas discriminaciones, queda función para rato.
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