Carmen Thomàs | Literatura | Crítica
Se ha necesitado un estudio para que muchos se plantearan el
compendio de argumentos y retahílas machistas embutidos en un libro
desliteraturizado como es “50 sombras de Grey”. Cerca de 500 páginas numeradas
y escritas de forma superficial y mediocre (y que fluyen, no por exceso de agilidad, sino por falta de densidad) que lleva ya mucho tiempo arrasando en la lista
de Best Sellers, ¿gracias a qué? Pues gracias al morbo que implica que te
vendan algo como sexualmente transgresor, erótico, abierto y romántico. Una novela falta de erotismo, pues está exenta de cualquier atisbo de gracia y/o talento literario que la conviertan en cuna de algo más que simples palabras una detrás de la otra.
"Quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente. Para complacerme" (Christian Grey)
Un erotismo de brocha gorda que no se diferencia mucho de un
chat de ligoteo rápido (burdo, simple, rápido) y un "romanticismo" basado en el
abuso, la vejación, y el control. Una conducta que nada tiene que ver con las
inclinaciones sexuales que las impliquen: Éste control, éstas vejaciones, el
abuso, se presentan en la novela fuera de todo contexto sexual, en el día a día de
la protagonista, que va perdiendo su identidad, hasta puntos preocupantes (por ejemplo, tiene que empezar a
mentir respecto a su paradero para evitar la ira de Christian si, por algún casual, no está donde a él le interesa).
Pero, ¿quién es Christian? Un hombre rico, guapo, atractivo, atlético, y muy buen
amante que además es un controlador
obsesivo en una novela en la que se confunde el control con la
caballerosidad. Y no culpo a la autora (E.L James); seguramente se haya limitado a reflejar
de forma inconsciente un modelo de conducta para el que nos crían desde la
infancia. Un acto irresponsable y, sin embargo, tristemente real que embarga la mayoría de novelas mal llamadas "románticas" escritas por mujeres. "Si te controla es por tu bien, porque eres frágil, puedes romperte, lo
que le convierte a él en un caballero andante".
Pero '50 Sombras de Grey’ no es la primera
novelita de lectura rápida y de profundo calado social que nos vende este
romanticismo de pega (me duele usar este término sin el adjetivo complementario
existiendo románticos como han existido). Ahí tenemos ‘Crepúsculo’ (también obra de una mujer, Stephenie Meyer), la historia
de un vampiro y una mortal que no enganchó por lo que vendría a ser un “amor
imposible”, sino por la acumulación de sufrimiento aparentemente “romántico”
que sufría el lector gracias a la protagonista. “Edward me observa mientras
duermo porque me ama.” "Edward elige por mí, porque sabe lo que es bueno para
mí, y porque me ama. Además, si me rompe el corazón quinientas veces lo habrá
hecho porque tiene sus motivos, porque él sabe lo que es bueno y lo que es malo
para la humanidad, y porque me ama.” Otra vez más, el personaje masculino se presenta como una pieza clave para la protección y casi supervivencia de una protagonista que se ha convertido en un apéndice del mismo, ni más, ni menos.
¿Qué ha hecho mal la literatura para que se olviden las
grandes novelas en las que el amor es un amor de verdad, en el que se sufre por
causas reales y no infundidas? O, por decirlo de alguna manera, por causas que
escapan al control de las personas que se aman; personas que no confunden tener
pareja con tener un hámster.
En todas estas novelas, además, existe un escaparate sexual
que tiene un trasfondo psicológico de gran peso: Hombre con gran experiencia,
con gran poderío económico/social, y protagonista insegura, frágil, y, virgen.
No es nada original que en novelas, películas u obras de ésta índole la
protagonista cumpla el sueño masculino de iniciar sexualmente a lo que ya
empieza a considerar una propiedad.
Por otra parte está la justificación a la violencia
machista. En el caso de “Crepúsculo” es más leve, más heroica, por decirlo de
alguna manera… Edward es un vampiro, un ser más fuerte, inmortal (vamos,
superior) que tiene el deber moral de protegerla porque así lo creen la autora
y algunos lectores. En el caso de Christian, de ’50 Sombras de Grey’,
argumentos como “mi madre me apagaba los cigarrillos en la piel cuando era
pequeño” quedan mucho más desacreditados y, desde luego, cantosos. Es la
necesidad de justificar estas conductas en los personajes lo que las mancha de marrón oscuro casi negro; lo que las hace inaceptables.
"Cuanto más te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación es muy sencilla" (Christian Grey)
Además de tratar justificar esta situación, el personaje de Christian intenta y consigue separar a
Anastasia de las personas que la quieren y que pueden hacerle ver que su situación
no es normal, que está siendo maltratada. Mientras, al mismo tiempo, ella lo justifica, recordando que
Christian ha sido un niño maltratado, se siente inseguro, y argumentando en el
trasfondo que sometiéndose estará
cuidando de él.
cita de Christian Grey ('50 Sombras de Grey') |
Y entre todo este compendio de atributos injustificables también hay hueco para las frases típicas, y tópicos que, si en otro contexto nos podrían haber resultado hasta bonitos, aquí acaban dando miedo (véase imagen anterior).
¿Dejarán de mancillar el Romanticismo con semejante acumulación de violencia injustificada? ¿Triunfará una novela en la que se eliminen estos patrones, o a la gente le resultaría aburrida y falta del morbo necesario? Si esto es sexo, si esto es sensualidad, y, sobre todo, si esto es amor, buscaré el botón de parar el mundo, que yo me bajo.
Un article boníssim :)! REPUGNANT ESTE LLIBRE. Havia escoltat alguna cosa sobre ell... amb el rollito de que es un home que ha patit molt, ja ens posen a la figura femenina submisa i servicial... FASTIGÓS. AIXINA NO ES CREA IGUALTAT... http://www.youtube.com/watch?v=rWK4rnVvV-Q
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